El tema del dinero suele ser complicado para una pareja. En términos generales se nos enseña desde la casa, un modelo que socialmente es aceptado, que el varón es quien lleva el dinero a la casa y prioritariamente será el que aporte la manutención de los miembros de la familia; mientras que la mujer será quien ‘administre’ los recursos familiares. En las bodas religiosas católicas, el sacerdote utiliza las arras para constar justamente esto.
Los modelos de ingreso familiar y de administración de los recursos distan mucho del esquema varón-lleva y mujer- recibe.
Actualmente, la naturaleza de las crisis económicas que hemos vivido ya casi en forma crónica para las últimas generaciones, ha motivado un desempeño diferente en la relación económica de la pareja.

Asimismo, se ha impulsado el desarrollo social y profesional de las mujeres, de tal forma que cada vez más hay mujeres independientes económicamente y esto establece una relación que también es distinta. El que paga, ordena, dice el refrán y estas nuevas relaciones en la pareja implican también nuevos modelos de negociación y ya no de imposición.
Por otro lado, el adulto que es el único que aporta a la familia, presenta una situación de ‘soledad económica’ que es muy difícil de llevar. Es decir, solamente él o ella es quien lleva la carga económica y si algo le pasa a este proveedor o esta proveedora, la familia se viene abajo.
Esa soledad económica ha sido el destino de la mayoría de los varones que por designio social se les ha impuesto el papel de ser el proveedor sin más ayuda que la que pueda ofrecer su pareja en la administración, papel que es igual de importante; sin embargo, cuando el papel de proveedor se comparte responsablemente entre ambos, la carga será más equitativa.

Cuando ambos trabajan y son activos económicamente, habrá que negociar de qué manera se van a repartir los gastos y la tenencia de los ingresos. Es decir, si ambos aportamos, hay varios escenarios:
1) va todo el salario a un pool común y de ahí se saca dinero para los gastos comunes, pero nadie tiene dinero propio;
2) una cantidad del salario de ambos se pone en un pool común para los gastos comunes pero cada quien tiene una parte proporcionar para sus propios gastos, gustos o aficiones; 3) cada quien administra su propio salario y solo paga algunos gastos que fueron acordados, es decir, yo pago el teléfono, tú pagas la luz, etc.
4) Él sigue aportando la mayoría de los gastos, mientras que el salario de ella es para sus propios gastos.
Cómo pueden observar hay diferentes esquemas. Es necesario negociar cuál es el esquema que una pareja utilizará, el que tenga menos conflicto y sea más eficiente. El dinero sigue siendo un recurso que puede ser altamente conflictivo en la intimidad de la pareja si no lo discutimos abiertamente, sin pelear. Podemos llegar a un arreglo adecuado, en el cual nadie se sienta explotado o manejado injustamente.
Dra. Ana María Ocaña Castañeda










